lunes, 11 de agosto de 2008

DESAYUNO

Para Pablo.

Es temprano, en la cama envuelvo mis pies en los zapatos haciendo un moña en cada uno, me imagino que son de regalo. La rutina de cepillar los dientes frente al espejo me ha vuelto un experto en descubrir nuevos gestos. En pocos minutos la espuma se va corriendo a través de una ventanita por donde parece que se escapan los niños de una escuela, cansados de soportar las clases de lengua. Aprovecho para lavarme las manos. El agua caliente enciende la pasión entre los dedos que se acarician sin pudor sobre un colchón de jabón. En la tranquilidad de la mañana me dispongo a tomar unos mates cuando ocurre el conflicto: en el territorio que dominaba Colgate invaden unidades que responden a los gustos de Canarias. El primer choque deja varios heridos, la mayoría partidarios de Colgate. Finalmente comienza la retirada. Me siento frente a la pantalla, trato de seguir con lo que estaba anoche pero empieza a sonar el despertador. Inmediatamente una mujer lo apaga. En una bandeja pongo una tacita de café, galletitas y dulce de membrillo. Entro en el cuarto con el desayuno y lo pongo sobre la mesita de luz. Abro un poquito la persiana, ella se cubre el rostro con las sábanas. Me acerco, le doy un beso y da vuelta la cara. Le hago cosquillas en los pies y me tira una patada. Avanzo nuevamente sobre la cama y la destapo. Me arrodillo sobre el colchón y le apreto con los dientes una nalga. En ese momento me mira con un ojo risueño, el otro se oculta mientras suelta el pedo que la despierta con una enorme carcajada.