domingo, 27 de abril de 2008

ANTÓN PIRULERO

En teoría nuestros cuerpos son diferentes, aunque en la práctica hubo días en que no quedó tan claro. Como ocurrió cuando Uruguay venció ampliamente a Bolivia en el Centenario. El marcador finalizó con un contundente cinco a cero. Podíamos sentir desde la cama cada anotación. Rugían los espectadores como un león ante la demostración futbolística del equipo. Cuando terminó el partido estábamos exhaustos pero el margen de expectativas sobre el futuro de la selección había aumentado. La oportunidad de clasificar al mundial estaba mucho más cerca. El papel de la selección en las eliminatorias por fin se empezaba a escribir con la letra “V” de victoria. El resto de esa tarde brillante nos pasamos relamiendo. Gozamos de verdad mientras doscientos bolivianos eran testigos de una exuberante sesión de tiqui-tiqui, logrando enmohecer las aspiraciones del elenco del Altiplano de llegar al mundial. Una masa humana de hinchas, equipo y fanáticos explotaba de alegría mientras nosotros, en la medida de lo posible atendíamos nuestro juego.