sábado, 23 de mayo de 2009

DECIR

Día 1

Hoy S se enojó con C porque hablaba en inglés. Cuando yo tenía la edad de S también me enojaba con los adultos que hablaban en inglés, porque yo no entendía pero sabía que estaban hablando cosas que yo no debía saber. En realidad mi abuela con mi madre hablaban jeringozo, eran mis primos con mi tía y mi madre que hablan en inglés. Ellos habían aprendido e ido a EEUU y hablan muy bien. Esa sensación de no entender me molestaba, como si me estuvieran ocultando cosas. Algo parecido pienso que sintió S. Estaba llorando en la puerta de casa del lado de adentro del pasillo que lleva a la salida, se tenía que ir a trabajar con C que llegaba tarde. Salgo hacia la puerta y me acerco a escuchar la discusión. S lloraba y pedía para irse con M, cosa imposible porque recién la había dejado en casa. C dejó la bicicleta parada en el cordón y se dirigió hacia la puerta desde el lado de afuera. S estaba desconsolada, C enojada le explicaba que ella tenía derecho a hablar como quisiera, y que en todo caso S podía pedir que se le explique el significado de las palabras. S le había pedido que no hablara en un idioma que no pudiera entender, y C no le había hecho caso. Yo que trato de no meterme en las discusiones entre S y C, me di cuenta que había algo mucho más fuerte que un simple mal entendido entre madre e hija. Si C quiere hablar en inglés nadie puede negárselo, a lo sumo lo que puede pasar es que alguien no la entienda. Si la que no entiende es S, a primera vista parece que se trata de una irresponsabilidad de C para con su hija, pero rasgueando un poco más esa guitarra, surge la melodía de la libertad de expresión, que es lo que había atrás de la fuerza que ponía C para defender su derecho de hablar como quisiera. Es una lección que S no entiende, o todavía no puede entender. Yo le hablé sobre momentos en la historia en que las mujeres pedían permiso para hablar cuando estaban delante de un hombre, y mirando para abajo entre llantos me decía que no entendía, yo le dije que C había peleado toda su vida por defender el derecho de expresarse como quisiera, y que seguramente le sorprendía que en los límites de su casa, su propia hija cuestionara ese derecho. Ella sin mirarme repetía que no entendía, pero ya había dejado de llorar. En ese momento le pregunté si quería quedarse en casa conmigo y ahí fue que C salió a la calle y S detrás, lenta pero segura. Después, mientras fumaba en la azotea, se me ocurrió que C daría el resto de su vida por explicarle a S todo lo que quiere decir.

viernes, 6 de febrero de 2009

TOMA(DOS)


El brazo se estira sobre la tierra revuelta. Tres viejos van zigzagueando de la mano hacia tu tumba: uno lleva gorra, el otro lentes y el tercero un libro. El de la gorra ve una frutilla entre los dedos, se babea; el de lentes piensa que el dedo índice ha estado expuesto durante toda la mañana al sol, y por eso está rojo; el del libro cuenta que sin duda alguien vino con una lata de pintura y quiso hacer una broma, se ríen los tres. Pasa un rato y se ponen tristes, lloran hasta que por fin rompen las vallas y comienzan a desenterrarte. En ese momento se escucha un grito: "corten, ¿ alguien puede decirle a los señores que estamos filmando? "

miércoles, 26 de noviembre de 2008

EL ENSAYO

Con el revolver en la sien contó “uno dos y tres”, apretó el gatillo pero la falange resbaló, o éste estaba muy duro, o él estaba tan débil que sólo tenía fuerzas para sostenerse parado. Se sentó y apoyó la cola en un destornillador que había dejado en la silla, un rato antes de decidirse por el arma, luego de descartar la frustrante idea de colgar una soga en un techo de bovedilla. Saltó logrando alejarse de una sombra que mancillaba algo así como la hombría, su cara se fue iluminando cada vez más hasta que cabeceó de lleno una lamparita que colgaba del techo. Frente al espejo del botiquín vio cómo los fragmentos de cristal se iban llenando de un licor espeso, parecían pequeñas copas de vino, listas para brindar por el acto fallido. Bebió de cada una de ellas sin moderación. La primera que tomó le abrió una boquita en la cara que se reía de su estupidez; la segunda le dijo concretamente que era un nabo, que seguramente el tambor del revolver estaba mal puesto. La tercera opinó que era conveniente dejarlo para otro día; la cuarta aconsejó salir a la calle, cambiar un poco de aire, juntar ganas; la quinta hizo un largo bostezo y recomendó veneno porque es lo más fácil; la sexta hablaba de otra cosa; la séptima propuso comprar “El abismo, los siete pasos hacia la liberación” del Doctor Nataniel Silverman. La octava, muy borracha, se expresaba en un complejo dialecto empedrado de monosílabos rítmicos, o taraeaba simplemente la marcha fúnebre; a la última ya no la escuchó mientras se caía en la bañera desmayado. El golpe lo amortiguó un montón de ropa que había olvidado enjuagar, en algún momento inmediatamente previo a las ganas de matarse. Las pequeñas heridas comenzaron a cerrarse mientras el jabón actuaba sobre las infecciones. Pudo morir ahogado, pero la caída había logrado destapar la bañera que empezó a vaciarse lentamente. Estaba hecho un ovillo de ropa enjabonada cuando un chucho de frío lo despertó. Miró la hora, estaba a tiempo de llegar a la oficina. Se levantó, se sacó la ropa y se dio un largo baño de agua caliente. Mejor de ánimo tomó un café con tres cucharaditas de azúcar. Cuando llegó, la secretaria del gerente le preguntó qué le había pasado en la cara. Él le respondió: “me corté con la gillette”, mientras se apretaba el nudo de la corbata.

lunes, 11 de agosto de 2008

DESAYUNO

Para Pablo.

Es temprano, en la cama envuelvo mis pies en los zapatos haciendo un moña en cada uno, me imagino que son de regalo. La rutina de cepillar los dientes frente al espejo me ha vuelto un experto en descubrir nuevos gestos. En pocos minutos la espuma se va corriendo a través de una ventanita por donde parece que se escapan los niños de una escuela, cansados de soportar las clases de lengua. Aprovecho para lavarme las manos. El agua caliente enciende la pasión entre los dedos que se acarician sin pudor sobre un colchón de jabón. En la tranquilidad de la mañana me dispongo a tomar unos mates cuando ocurre el conflicto: en el territorio que dominaba Colgate invaden unidades que responden a los gustos de Canarias. El primer choque deja varios heridos, la mayoría partidarios de Colgate. Finalmente comienza la retirada. Me siento frente a la pantalla, trato de seguir con lo que estaba anoche pero empieza a sonar el despertador. Inmediatamente una mujer lo apaga. En una bandeja pongo una tacita de café, galletitas y dulce de membrillo. Entro en el cuarto con el desayuno y lo pongo sobre la mesita de luz. Abro un poquito la persiana, ella se cubre el rostro con las sábanas. Me acerco, le doy un beso y da vuelta la cara. Le hago cosquillas en los pies y me tira una patada. Avanzo nuevamente sobre la cama y la destapo. Me arrodillo sobre el colchón y le apreto con los dientes una nalga. En ese momento me mira con un ojo risueño, el otro se oculta mientras suelta el pedo que la despierta con una enorme carcajada.

martes, 8 de julio de 2008

SERVILLETAS

Hay una aceitera al lado de la vinagrera. Traté de hacer salsa golf con el ketchup y la mayonesa. El servilletero está trabado con muchas servilletas. La mesa tiene cinco tablas, cada una permanece fija por tres clavos de cada lado. La puerta del bar se abre y cierra constantemente, hace frío afuera y adentro hay una estufa muy potente. Siento que me voy a enfermar.

La moza se lleva todo lo que había en la mesa, deja únicamente mi salsa golf. Se levantan unos muchachos con sus novias. Todos tienen camperas de no más de dos años. Las muchachas usan unos buzos de lycra muy coloridos que se estiran hasta la mitad de la cola, por encima llevan otro buzo de lana ajustado hacia la cintura.

Me acabo de comer un brownie de crema, miro los restos en el plato. Quedó una mancha blanca de azúcar impalpable entre las líneas de chocolate que van dibujando tu cara. Tengo ganas de sacar la lengua y borrarte para siempre, aunque signifique llevarte para casa adentro.

viernes, 20 de junio de 2008

DEJA VU

Caminaba y encontré una posibilidad de moverme de tal modo que me hacía recordar una manera de andar que creía había desaparecido. Ubiqué lugares que podía volver a recorrer suspirando, sintiendo que estaba todo por hacer. Me tropecé con un par de voces. La primera no paró de hablar hasta que me arrodillé para sacarme las medias. Después pude volver a caminar más aliviado. La otra me dijo que me dolían las piernas, que me sentara un rato. Doblé la esquina y empecé a bajar. La tarde se iba, tenía ganas de redoblar la apuesta. Llegué a la rambla, soplaba el viento entre mis piernas. Opté por sacarme los zapatos para pisar la arena. De lejos veía la estructura de un barco, me acerqué. Debe tener años encallado ahí. Se veía la quilla enterrada en la arena y algunos restos cubiertos de espuma. Aproveché la soledad para sacarme la ropa, colgaba mis cosas en las partes que no mojaba el agua. Me acosté a escuchar el frío que había. Al principio creí que estaba exagerando. Me acurruqué contra la quilla del lado que venía el viento, pero apenas logré taparme la cara. Ahí se me ocurrió hacer un pozo y cobijarme en la arena, tapado hasta el mentón esperé a que en el cielo alguien descubriera una estrella. La espalda me avisó que el colchón se estaba humedeciendo, le dije que era la marea. En la cola un bichito se secaba las patas, un lunar me lo advertía. Le dije que no podía saltar en ese momento, que el frío ya estaba a los gritos, que se hicieran amigos. Me explicó que el bichito tenía un aguijón. Yo le di a entender que tal vez no lo sabía usar, que intentara nombrarlo. Al principio me sugirió decirle Che. Yo pensé que era un nombre muy revolucionario para un insecto. Qué te parece Chiquito, aventuró. Es un lindo nombre le dije, pero teniendo en cuenta que se me puede meter por el culo, ¿por qué no mejor algo que lo invitara decididamente a retirarse como por ejemplo Chau? Al final le quedó Che Chiquito Chau, un nombre heroico (para que no se ofenda), otro que no asustaba a mi esfínter y un tercero que aguardaba de su parte un movimiento de firme retirada. Sin embargo cuando mi boca pronunció su nombre completo el bicho emergió de la arena, me miró con algo más que entrega y menos que angustia y empezó a tragarse el aguijón. Al principio lentamente hasta que fue quedando la mitad, y ya el pobre no tenía fuerza para seguir tragando. Después me volvió a mirar y ahí sí creo que logré entender lo que decía: “hijo de puta” y expiró como una estrella fugaz.

martes, 3 de junio de 2008

UTÓPICO

Ximena se enamoró. Él es una persona muy inteligente que sabe cuidar a una mujer sensible como ella. Se lo cruzó ni bien llegó a Europa, en el aeropuerto. Ella lo vio y se sorprendió por la belleza viril de ese individuo maravilloso. Es joven y trabajador, digámosle por ahora Damián. Su mayor deseo era viajar por el mundo con ahorros que guardaba luego de años de trabajo en empresas lindas y en las cuales escaló posiciones sin serrucharle el piso a nadie. A Ximena le gusta mucho viajar, y junto a ese hombre pudo dejar de trabajar en las cosas que no le gustan y dedicarse únicamente a lo que le da placer; y lo primero es el propio Damián, que durante un viaje que hizo a la India aprendió unas técnicas tántricas para el amor con las que sorprendería a los propios hombres si lo dejaran hacer. Luego del viaje por todo el mundo se dieron cuenta que el mejor lugar para vivir era exactamente donde estaban. Ella una vez que concibió se dedicó a terminar su carrera, pero sólo por placer ya que prácticamente sin querer ganó un sorteo y obtuvo mucho dinero con el cual vivió muy cómoda el resto de su vida. Siempre fue independiente, siempre estuvo acompañada y gozaba tanto con Damián, que poco a poco fue olvidando la sensación de dolor.

En unos terrenos perdidos que eran de su padre encontraron oro, siempre se dijo que había oro en Uruguay, estaba todo ahí. Sofía, la sobrinita de Ximena, jugando en la tierra con una palita lo descubrió. Su Padre empezó a contratar empleados para la tienda, luego compró los negocios vecinos, y más tarde tuvo que hacer un contrato con el municipio para instalar “Grandes Tiendas Uruguayas”, un edificio descomunal ubicado a las afueras. Todo lo que Ximena había tocado alguna vez se volvía maravilloso, reluciente y reía. Ella rió todo el resto de su vida y sus cinco hijitos rieron siempre. Rieron los hijos de sus hijitos, y los hijos de los hijos de sus hijitos. Así en una cadena de alegría que sorprendió al tiempo, al espacio y empezó a transformar a la sociedad de tal modo que desapareció la noción de pobreza tal como la conocemos hasta ahora. Al principio todos comían seguido, luego todos los días y después reían y se compraban autos. Todo el mundo se enamoró y se reía, la risa era tan fuerte y los trastornos tan drásticos que las circunstancias atmosféricas cambiaron. El sol se hizo eterno y brilló para siempre. La Tierra se descontaminó y el resto de los planetas se llenaron de plantas, animales y de gente como en la Tierra.